sábado, 26 de marzo de 2011

Lo que Chaplin nos dejo


El Pequeño Vagabundo, con sus ropas ajustadas, su sombrero clásico, el bastón de caña, los grandes zapatos y por supuesto su pequeño bigote. Así es como conocemos a Chaplin. Podremos no haber visto ninguna de sus películas o conocer más allá de los “blockbusters” de verano basados en comics, pero siempre podremos identificar la icónica imagen y al hombre detrás de ella.


Como una persona llego a trascender a través de los años de tal manera y convertirse en uno de los más grandes iconos de la historia no es una simple casualidad. Desde sus inicios en el mundo del arte como un niño Chaplin siempre reconoció su gran potencial como cómico y lucho por ese lugar en la historia.


Al principio las películas no eran más que una serie de imágenes en movimiento divididas en pequeños pedazos para hacer a la gente reír, nadie veía más allá, todos estaban a gusto con el medio siendo simplemente eso “un medio”. Chaplin no era una de esas personas.


Él vio el potencial que las películas tenían para expresar emociones de forma no vista hasta ese momento y llevando los métodos narrativos un paso adelante mostrando historias complejas que combinan su excelente comedia física y pantomima con su fuerte afinidad por el sentimentalismo. No le importaba ir contra la corriente, sus historias mostraban un toque de cinismo y su Pequeño Vagabundo rara vez se quedaba con la chica, sin embargo siempre terminaba sus films con optimismo y esperanza. Chaplin nos decía que había más en la vida que tener todo el dinero y terminar con la chica más hermosa.


Siempre perfeccionista, no le importaba pasar meses o hasta años en una producción, perfeccionando hasta el último aspecto para alcanzar la perfección. Además no solo revolucionaria la forma en la que se dirigen películas sino también la actuación, en sus clásicos El Niño (The Kid, 1921) y más tarde Luces de Ciudad (City Lights, 1931) llevarían la actuación como arte a otro nivel, transmitiendo emociones que ningún actor o actriz hasta ese momento habría logrado. Chaplin se valía de su increíble talento para tocar los corazones de la audiencia y hasta el día de hoy se mantiene como uno de los mejores actores en la historia.


Pero Chaplin no estaba conforme. Aún más allá de transmitir emociones él veía otro potencial en las películas. El mundo avanzaba y las tecnologías se volvían más impresionantes hasta el punto donde dependíamos de ellas para la más mínima cosa. Nos estábamos de-humanizando, volviéndonos en seres sin razonamiento propio y con el único propósito de alcanzar la gloria económica personal. Definitivamente alguien tenía que mantener una postura en oposición a los cambios que nos llevan a nuestra destrucción, ¿y quién mejor que Chaplin para ello?


Convirtió a su Vagabundo en un símbolo de esperanza ante las fallas y los excesos de la vida moderna, lo que lo convirtió en enemigo público de varios círculos. En Tiempos Modernos (Modern Times, 1936) el Vagabundo se queda atrapado en los gigantescos engranajes de una maquina, ¿Qué mejor metáfora para el estado del mundo en ese momento? En El Gran Dictador (The Great Dictator, 1940) nos dice: “La maquinaria que da abundancia nos ha dejado en la miseria. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos, nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco. Más que maquinas necesitamos humanidad, más que inteligencia tener bondad y dulzura”. Un mensaje que se mantiene más vigente que nunca hoy en día.


El Legado de Chaplin es innegable, hoy todos los artistas de alguna forma u otra le deben por haber revolucionado el mundo de tal forma y su influencia se ve en cualquier medio o forma de arte. Como alguien apunto de caminar bajo su gigantesca sombra y acobijado por su eterno legado no puedo más que sentirme eternamente agradecido por lo que nos ha dejado pues todos los que deseamos ser parte de esta forma de arte siempre caminaremos el largo camino que él ha creado.