Bienvenidos a una nueva edición del Salón de la Fama, un blog donde expongo mis películas favoritas y discuto exactamente por qué me gustan tanto, esto podría incluir algunos puntos cruciales de la trama e incluso el final, por lo que si no han visto la película sugiero que no lean hasta que lo hagan.
Esta semana es el turno de mi cineasta favorito, uno que deberían esperar a ver aquí muy a menudo, Akira Kurosawa y su película de 1965 ...
Akahige
Para empezar, hablare un poco de mi historia con Kurosawa y sus películas, que he estado viendo desde muy temprana edad. Siete Samurái fue mi primera, y fue la película que cambió la forma en la que veo el cine y me hizo darme cuenta de su potencial, incluso la acreditaría como la película que me hizo querer ser cineasta. Después de eso vino lo usual...
Yojimbo,
Rashomon,
Ran,
Ikiru, etc. Todas han marcado mi vida fílmica al momento de ver o hacer películas de una manera u otra, también me encantan sus gemas poco apreciadas como
Los Canallas Duermen En Paz,
Sueños y
Un Domingo Maravilloso. Básicamente, nunca he visto una película de Kurosawa que no me haya gustado, aunque no las he visto a todas.
Aka Hige pudo haber cambiado eso. No recuerdo exactamente la primera vez que la vi, pero recuerdo que no me gusto mucho. Probablemente se lo podría atribuir al hecho de que es una película de 3 horas con sólo un breve momento que se asemeja a una escena de acción, una necesidad para mi entonces muy joven mente. A través de los años y después de verla varias veces tengo mucho más aprecio por ella, tanto así que la pondría como una de sus obras maestras.
Esta historia, como muchas de las películas de Kurosawa, se lleva a cabo en un pequeño barrio de Edo en el siglo 19 y sigue al joven y altamente antipático y arrogante doctor Yasumoto (que hasta hace poco podría haber jurado que fue interpretado por Tatsuya Nakadai y resulta que es interpretado por Yuzo Kayama, el parecido es asombroso), que ha sido asignado a una pequeña clínica rural, la cual él cree que está por debajo de su talento y sus aspiraciones como médico. La clínica está llena de pacientes que son "pobres, están llenos de pulgas y piojos y apestan" como uno de los personajes tan elocuentemente lo expresa, el personal es pequeño y apenas puede mantener el ritmo con la constante afluencia de pacientes enfermos.
El Dr. Kyojo Niide, o "Akahige" (barba roja, interpretado por el legendario Toshiro Mifune) es el jefe de la clínica y aunque parece autocrático al principio, pronto descubrimos que en realidad es dulce y compasivo, mantiene a la clínica con pocos recursos y sin embargo, nunca le cobra a los pobres. Yasumoto se rebela contra él, "¿cómo se atreve a pedirme que trabaje para la gente que no me paga? ¡He entrenado para ser el médico del Shogun!" piensa a sí mismo, nunca obedece a Akahige y muy rara vez ayuda a alguien.
El dominio de Kurosawa en demandar perfección absoluta de cada uno de los aspectos de las escenas, ya sea en el maquillaje de los actores o de los detalles en las realistas y claustrofóbicamente pequeñas habitaciones, hacen que la clínica cobre vida (lo cual es bastante irónico ya que la mayoría de las personas que la habitan están muriendo).Nos mete en ese lugar en ese momento y es realmente deprimente. La yuxtaposición entre estas imágenes y la actitud de Yasumoto me hace enfadar como pocas películas pueden, "¿Qué diablos está haciendo? ¿No puede ver todo lo que está sucediendo a su alrededor? ".
Y justo allí, desde el comienzo, siempre es claro para mí que esta es una película que me hará sentir y me hará pensar. Kurosawa siempre pone comentario social en sus películas y siento que en esta, en conjunto con
Ikiru y
Un Domingo Maravilloso hace sus puntos de vista sobre la injusticia social más claros que en cualquier otra.
Gracias a Akahige y sus pacientes, Yasumoto comienza a darse cuenta de que tan terribles las cosas que le rodean son en verdad, así como lo que puede hacer para ayudar. Desde ese momento siento que la película comienza a mostrarnos a Akahige desde el punto de vista subjetivo de Yasumoto, porque a pesar de que continuamente se critica a sí mismo es mostrado como un personaje casi perfecto, tan amable y bueno que parece salido de un universo alternativo donde la gente es completamente atenta y compasiva, una versión idealizada de lo que un médico debe ser (no estoy diciendo que no existan médicos como él, pero son ciertamente una minoría). Esta cantidad de crítica social podría llegar a fastidiar a algunas personas por completo, pero no puedo evitar estar de acuerdo con los puntos de vistas morales que se establecen y el hecho de que una película que se desarrolla en el siglo 19 y se hizo en 1965 aún resuene con la realidad en la que vivimos es realmente impresionante.
Como es común en las películas de Kurosawa, la historia del personaje principal no es más que una pequeña pieza de un rompecabezas gigantesco. Hay muchos otros sub-tramas que giran alrededor de los pacientes y el personal de la clínica. La mayoría de ellos son excelentes y agregan mucho a la trama, la única excepción notable es la historia de Sahachi, un hombre popular y generoso que en su lecho de muerte cuenta la historia de su esposa y cómo se relaciona con un misterioso cadáver que se descubre durante un deslizamiento de tierra. Esto toma unos 15 minutos de la película y no es muy interesante, además que no aporta nada al resto de la historia por lo que no sólo es aburrido, sino también innecesario.
Pero esto es una pequeña excepción que puede ser fácilmente pasada por alto si tenemos en cuenta lo poderosas que son el resto de las historias, sobre todo la de Otoyo, una niña que se convierte en el punto central de la película durante la mayor parte de la segunda mitad. Esta niña enferma de 12 años de edad es rescatada por Niide y Yasumoto de su opresiva madrastra que la hace trabajar en su burdel infestado de sífilis sin consideración por su salud o cordura.
El cómo es rescatada la niña es realmente extraño de una forma cómica. Niide tiene que luchar contra una banda de bravucones y utiliza sus conocimientos de artes marciales y de medicina para romperles los huesos en una pelea que no tiene nada que envidiarle a las mejores películas de karate. La película es muy consistente con su estado de ánimo oscuro y dramático casi deprimente, por lo que esta escena se destaca debido a lo inesperada que es y, aunque muy breve y no pretende serlo, en realidad es un algo cómica. Pero supongo que también se aplica a la forma en que Niides es presentado como un ser humano casi perfecto.
Otoyo desarrolla sentimientos de amor y admiración por Yasumoto, quien pasa la mayor parte de su tiempo cuidando de ella, tanto así que incluso se pone celosa cuando su prometida lo visita. Con el tiempo, se gana la confianza de todos, e incluso comienza a trabajar en la clínica para ayudar al personal. Otoyo conoce a un joven ladrón de su edad, le ofrece comida y su amistad. Su relación se vuelve el enfoque de una buena parte de la película, pero es tan rica y hermosamente contada que es difícil quejarse.
Uno de los momentos más hermosos e igualmente desgarradores de cualquier película de Kurosawa aparece cerca del final. El chico está a punto de morir y Otoyo sale corriendo del cuarto, se empiezan a escuchar gritos desde afuera, es Otoyo y las otras mujeres del personal gritando el nombre del niño al pozo, creen que si lo llaman su alma volverá desde el centro de la tierra y regresara a su cuerpo, si pueden traer su alma de vuelta antes de la mañana no morirá, se me ponen los pelos de punta cada vez que veo esta escena. También presenta un logro técnico increíble, en una toma las vemos desde el interior del pozo cuando de pronto la cámara comienza a panear por las paredes hasta llegar a sus reflejos en el fondo justo cuando cae una pequeña gota. El cómo se hizo esta toma todavía me desconcierta.
Estamos acostumbrados a ver a Toshiro Mifune en roles excéntricos como personajes a veces locos pero muy divertidos, pero Niide es una bestia completamente diferente a Kikuchiyo o Sanjuro (sus personajes en
Siete Samurais y
Yojimbo, respectivamente), es mucho más tranquilo, serio e inteligente, algo más parecido a sus papeles en
Los Canallas Duermen en Paz y
High and Low, aunque mucho menos oscuro. Esto también representa un escalón con respecto a sus primeras colaboraciones con Kurosawa en las que a menudo interpretaba a un aprendiz (usualmente con Takashi Shimura como su maestro), aquí interpreta al maestro, un hombre tranquilo, sereno y fuerte. Es sin duda una de sus grandes actuaciones.
Y, sin embargo, no importa cuán bueno sea Mifune, es Terumi Niki como Otoyo quien se destaca en el reparto. A pesar de su corta edad en el momento que fue filmada la película, su actuación es completamente creíble, conmovedora e incluso a veces dolorosa a causa de lo real que es. Si no fuera por el excelente trabajo del resto del elenco, ella podría fácilmente haberse llevado la atención por completo.
Y ¿qué hay de la excelente cinematografía? ¿La hermosa banda sonora? ¿Los increíblemente realistas sets? Literalmente podría hablar y escribir durante días y días sobre esta película y ni siquiera hubiera tocado la superficie de todo lo que se puede decir al respecto de la misma. Esta es una película notable en la filmografía de Kurosawa no sólo por ser su última en blanco y negro, sino también la última en la que trabajaría con Toshiro Mifune, su colaborador en 16 películas. La larga producción de dos años y el hecho de que su barba natural tenía que ser mantenida a través del rodaje porque Kurosawa no permitía que utilizara una barba falsa le hizo incapaz de actuar en otras películas y resulto en que terminara casi en quiebra, lo que provocó que ambos rompieran su amistad (algunos dicen que por siempre, otros que se reconciliaron poco antes de la muerte de Mifune). Claro, es una lástima que nunca llegamos a ver otra colaboración Kurowa-Mifune, pero vaya que nos dieron un final increíble.