miércoles, 22 de febrero de 2012

Reseña: Tokyo Drifter, un paseo bizarro por el Japón de los sesenta.



Tokyo Drifter (1966)
Dir: Seijin Suzuki


Tetsuo camina por un cementerio de trenes desierto vestido con un saco blanco. Se encuentra con un hombre que lleva una chaqueta de color negra. A través de su conversación nos enteramos que Tetsuo alguna vez fue parte de una banda de yakuza (gangsters) dirigida por Kurata, quien ha decidido renunciar a su vida de crimen y a quien Tetsuo siempre le ha sido leal. El hombre de negro trabaja para Otsuka, jefe de una banda rival que está tratando de convencer a Tetsuo a unirse a su banda. Él se niega, es golpeado y se gana el odio de Otsuka. Este es el comienzo de Tokyo Drifter, presentado en un blanco y negro que contradice la historia llena de color que le sigue.

Otsuka los empuja de nuevo a la vida del crimen después de que los ata a una estafa de bienes raíces, lo que obliga a Tetsuo a abandonar Tokio y vivir la vida de un vagabundo,  tratando de sobrevivir a los ataques de los hombres de Otsuka que están tratando de deshacerse de él de una vez por todas.

Muchos otros personajes entran en juego a medida que la trama se vuelve más y más complicada, pero ninguno de ellos es tan impresionantes como Tetsuo. Él es un héroe de acción clásico, demasiado inteligente, rápido y fuerte como para ser asesinado; un repelente de balas con puntería maestra cuya pistola nunca se queda sin las mismas. Él lucha por su lealtad y para sobrevivir, lo que le hace pagar un alto precio más adelante. A primera vista, esto parece cualquier otra película de  yakuza/gángsters, y en cuanto a la historia lo es. Pero la forma en que esta es tratada es lo que la hace verdaderamente especial.

El director Seijun Suzuki creó una película que es innegablemente un producto de su época, pero que resiste el paso del tiempo como pocas. Se combina a la perfección una amplitud de géneros para hacer de esta un drama de gángsters complejo e intrigante, una comedia tonta y, a veces,  incluso un musical.

Los colores son vibrantes y los motivos visuales son infinitos y se pueden ver en todos los diseños desde la pintura de los autos a los fondos y la ropa de que utilizan los personajes. Pero no estan allí por el hecho de verse “bonito”, todo tiene un significado. Él ejemplo más claro es que a través de la película de Tetsuo viste un traje azul claro, mientras que Otsuka, el villano, viste un rojo luminoso. La escenografía es también inventiva y absolutamente loca. Este es uno de los ejemplos más claros de cómo los colores e iluminación pueden ser utilizados para darnos un mejor entendimiento de la historia, los personajes y las intenciones del director.

La edición es también extremadamente extraña. Hay muchos cortes bruscos que se producen justo en medio de la acción y tiran una curva completa al espectador. Un ejemplo es cuando Tetsuo está siendo perseguido por uno de los hombres Otsuka a pie; él se esconde detrás del pilar de un puente, vemos al enemigo caminar sobre el puente arriba de Tetsuo sin darse cuenta de su presencia, un corte rápido a las señales del tren y luego se corta de nuevo a Tetsuo, ahora parado frente al hombre en el medio de las vías del tren con el tren acercándose peligrosamente a ellos. Hay muchos más momentos como este a través de la película que son absolutamente extraños.

Y, sin embargo, la película es capaz de salirse con la suya, ya que esto sólo aporta a la experiencia de verla. No es difícil de conectar los puntos de lo que sucede entre un momento y otro, lo que lo hace muy interesante porque el director esta confiando plenamente en la capacidad de su audiencia de comprender los procedimientos y estos en realidad ayudan el ritmo de las secuencias de acción, impidiéndoles que se conviertan en parodias tontas de ellas mismas con el paso del tiempo como habría esperar de una película de acción de los años 60.

Pero no obstante esta es una película tonta. Una escena en particular lo ejemplifica mejor que ninguna otra. En la última mitad de la película hay una pelea en un bar absolutamente ridícula que se siente que fue sacada directamente de la serie de Batman de los 60; las personas comienzan a unirse a la lucha por ningún motivo alguno, un grupo de chicas comienza a jugar con los combatientes diciendo cosas en terrible Inglés, mesas, sillas y botellas son utilizadas y en el medio de la locura una bailarina exótica salva a Tetsuo golpeando a un atacante antes de lanzarse a sus brazos y decir "mejor que los hombres franceses, ingleses y americanos juntos" con la expresión más estúpida que he visto en mi vida. Al final, todos terminan convenientemente apilados fuera del bar.

El sonido también juega un importante papel, especialmente la canción que da nombre a la película, que es cantada por Tetsuo para indicar su presencia. El resto de la banda sonora está compuesta por melodías ligeras que nos introducen en la ambientación de la época.

Este es uno de los pocos casos de "estilo sobre historia" que funciona a la perfección, una película que acepta su estilo de tal manera que está completamente definida por el mismo y le saca provecho completamente. Tal vez existan películas en el género con historias más profundas y significativas, pero Tokyo Drifter se destaca por lo absurdamente entretenida que es.

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